A los pocos meses va a Barcelona para trabajar en el Instituto Gutman, donde, durante 10 años se dedica a desarrollar su función como terapeuta ocupacional en un servicio de rehabilitación en el ámbito infantil y de personas adultas con lesión medular, daño cerebral adquirido y diversas patologías neurológicas.

Con el deseo de combatir situaciones de injusticia ocupacional, Silvia colaboró en diversos proyectos de cooperación internacional en países como Guatemala, México, Marruecos y Bolivia. En 2003 realizó su primera colaboración en el ámbito de la cooperación en Guatemala con la asociación ADIJA, que compartió con César, su marido.  Durante unos meses estuvo realizando intervenciones con niños y niñas con diversidad funcional en una localidad llamada San Juan de la Laguna.

En 2004 marcha a Oaxaca, México, para colaborar en un centro llamado Piña Palmera, que es un referente sobre la intervención de Rehabilitación Basada en la Comunidad  (RBC) en el ámbito infantil.

Finalmente, en el año 2008, participa como voluntaria en Cochabamba (Bolivia),  incorporando la perspectiva de RBC en el abordaje de personas con diversidad funcional. La estancia en Bolivia fue determinante en la experiencia como terapeuta ocupacional porque durante esos meses en Cochabamba consolidó el conocimiento teórico y práctico sobre la RBC, incorporando una mirada antropológica que plantea la reflexión crítica como el posicionamiento personal y profesional necesario para dar respuesta a las situaciones de injusticia ocupacional presentes en el ámbito de la diversidad funcional.

En 2009 se incorpora como profesora titular del Grado en Terapia Ocupacional en la EUIT -Escuela de Enfermería y Terapia Ocupacional de Terrassa-, dónde nos enseñó a mirar el mundo de la diversidad funcional con un enfoque más humanizado y comunitario,  comenzando sus clases con unas grandes gafas rojas para invitar a las y los estudiantes a analizar con ojos críticos y a cuestionar nuestras perspectivas personales y profesionales.

En 2015 concluye su doctorado con un trabajo sobre personas que han sufrido un traumatismo craneoencefálico. En su tesis se aprecia el rigor metodológico, un respeto por la naturaleza emergente de la etnografía que es, al mismo tiempo, sensibilidad para captar las percepciones, problemas, deseos, de las personas y el compromiso de transmitirlos con fidelidad. Porque al hacerlo se les devuelve la calidad de agentes, de protagonistas de sus propias vidas y trayectorias.  Fruto de la tesis es el libro Vivir tras el golpe, publicado el año 2017.

Falleció el 17 de mayo de 2018 después de una dura batalla contra el cáncer, dando una lección de entereza y serenidad, y dejando un gran legado científico.